sábado, 16 de agosto de 2008

El viaje





Longhi Surraund sacó la cabeza por la ventana del auto como un perro mareado que quiere aspirar desesperadamente el aire fresco y dijo doctoralmente:

-La carretera, pretendo ser un conocido de ella. Tantos paisajes que han pasado frente a mis ojos desde la ventana del auto. Si vieras desde arriba unos centenares de metros, se te aparecería como una gran correa transportadora negra que corta la campiña en dos y transporta personas en sus pequeñas cajitas
andantes, como cucarachas en movimiento.

-Y que hay con eso? dijo Willy Distórshon.
-Compaadre, usted no cacha nada.
-De que? De Poesía en Movimiento, o sea Poetry in Motion , en la insuperable versión de Pat Henry y los Diablos Azules ?
- Oye, pero acaso los diablos no son todos rojos ? No me puedo imaginar un diablo azul a menos que se trate de una nueva variedad de Delirium Tremens .
-Dejemos manejar tranquilo a Willy y ponte música, pero que no sean Rancheras Barrocas , que parece ser lo único que escuchas. Soy capaz de amarrarte a una silla y poner a todo volumen una música como de iglesia que escuchaba un tío mío. Es más heavy que la música navideña eso sí, dijo riéndose Rajuela.
La impresionante ignorancia del buen Rajuela se extendía también a otras materias, pero en la música era prácticamente imbatible. Una vez consiguieron que asistiera al Teatro Municipal donde tocaban a Beethoven, y se quedó dormido en el Adagio. Sus ronquidos parecían otro instrumento, una especie de saxofón barítono añadido a la orquesta. Sin embargo, cuando lo regañaron por haberse quedado dormido en medio de una obra maestra, él tranquilamente respondió que no había nada de malo en la música que te producía sueño. El problema estaba en la que no te dejaba dormir.
Para completar su tesis, se refirió a los violines como guitarras enanas con un palo atravesado y al violoncello como el hermano mayor de éstas. Nadie volvió jamás a discutirle.

-Apuesto a que este Gilastro saca a Edye Gormé y Los Panchos. Dice que es todo lo romántico que él necesita. Casi lloro de la risa con tanta cursilería, dijo Brutality, la única mujer del grupo.
-En buena vamos llegando a Pujicalpa, dijo despertando Rapeña que se desperazaba.
-¿ Como que llegando, falta más de una hora, dijo Surraund, Longhi Surraund , como Bond, James Bond.
-No se te ofrece también un café, infeliz ? , dijo Mike Peña alias Rapeña o Tío Pepe, primer y segundo apodo que se ganó una noche en que entró a robar a una casa donde sólo pudo encontrar una botella del Brandy Tío Pepe. Se la tomó toda en menos de diez minutos y se hizo famoso en el barrio; aunque las mujeres lo encontraban muy, pero muy ebrio y preferían hacerle el quite. Se corrían aún más que con Rajuela, el que tomó su nombre del jefe de Pedro Picapiedra, es decir, el Señor Rajuela. Este se le parece mucho con esos gruesos lentes.

- A mí no me gustan las mujeres tan jóvenes. La canción Amor Juvenil del cantante colérico Nick Sudaka ilustra el conjunto de sentimientos. Bueno, el que no la escuchó se jodió. La mujer de 35-45 y más, es un compendio de sabiduría, de sortilegios, de placeres inacabables, e incomprendida con respecto al grado de frescura femenina y en relación inversa al volumen de crema Pond’s, Lechuga, Macker, Nivea u otra marca no considerada que ha sido absorbido por la piel en treinta y cuarenta inviernos, dijo de un solo tirón Longhi Surraund.
- Pero y si las cifras arrojan pérdidas en el cambalache de sabiduría por frescura, ah ?. No, a mí jovencitas no más. No compro, contestó Willy Distórshon categóricamente.
- Mejor vernos nosotros como estamos, antes de exigir, se apresuró a decir Rapeña.
- En serio creen que una mujer en su sano juicio se acercaría a uno de ustedes ? preguntó con sorna Brutality.
- A mí se me han acercado varias, dijo Willy
- No pueden ser otra cosa que pobres dementes que los han tomado a ustedes en serio. Yo con uno de ustedes no me caso ni amarrada.
- Tampoco conmigo ? preguntó Rajuela despabilándose y mirando patrás como un pajuerano.
- Contigo sí, precioso, le dijo sensualmente Brutality poniendo boquitas.
Rajuela ponía la misma cara de estulticia que Pat Boone en varias cubiertas de sus discos grabados para Columbia.

Para Pujicalpa al parecer todavía faltaba un buen poco. Pero en compensación, sólo allí se podía encontrar al compadre que le dicen El Wantán ; y lo más esperado, El Museo Indio para detenerse, aunque sea por cinco minutos antes de seguir.
-Alguien sabe que guitarra usaba Jimi Hendrix ? Preguntó Longhi Surraund...... no, qué van a saber, giles del espacio.....¡
Una Fender Stratocaster roja con blanca... y eso no es nada, tocando Corazón Sangrante el grandísimo puta madre le prendió fuego y el blues siguió sonando hasta que se apagó de a poco.
-Primero poesía caminera y ahora qué nos espera, Conferencias culturales ? preguntó Brutality irónicamente.
-Momento, a mí me interesa ¿ Tu crees que Hendrix podría haber tocado Rap ? , Preguntó Rapeña, vivamente interesado.
Rapeña sentía pasión por el Rap, y era bastante conocido entre los raperos de Buenos Aires a Nueva York, de Lima, Sao Paulo, México, Santiago y L.A. ( pronunciar elei ) Incluso un conocido cantante paraguayo por ahí le había dedicado un tema hace algún tiempo.
-Rap, y aún cosas peores, respondió Longhi. Hoy estaría cantando con Pavarotti. El maestro la supo hacer, se convirtió en el mejor y después despareció cuando tenía que desparecer. Tendría más de un disco con Pat Metheny o quizá un dueto con Neil Diamond, te apuesto. Por eso yo siempre te digo que hay que ser grande y después terminar a lo grande.

Se hizo el silencio dentro del auto. Nadie se atrevió a decir algo que pusiera eso en duda. A Rajuela le dieron ganas de exclamar ´´Sobredosis de Clint Eastwood«, pero una voz convincente en su interior le habló y se contuvo. El rodar era parejo y de vez en cuando se sentía la presencia recta de algún camión que venía en contra, iluminando por una fracción de segundo el interior del auto y las siluetas de los cinco.
Había un vértigo en eso de sentir la succión del aire cuando pasaba un gran camión con acoplado y luego el suave balanceo con que respondía el auto.
- Después de 120 las cosas se sienten diferentes, casi ingrávidas, dijo Longhi con su acostumbrada erudición.
El paisaje se hizo más agreste, la señal inequívoca de que Pujicalpa estaba cerca.

Los neumáticos crujieron por la tierra pedregosa del pueblo. No había un alma en los callejones polvorientos y una que otra luz salía de las casas de barro, poniendo un cuadrado amarillo de luz en la noche oscura y llena de siluetas. Willy maniobró hábilmente entre los autos y encontró un espacio al lado de una Apache verde desvencijada.

El Museo Indio resplandecía de humo, mujeres y botellas. Era algo así como el Arca de Noé, pero en versión resumidero. Todos los maleantes del oeste estaban ahí. Todos los tipos y tipas raros ocupaban mesa. Todas las bailarinas y copetineras que no encontraron trabajo en la ciudad estaban aquí de planta. También artistas, célebres analfabetos, vagos y oficinistas. El Museo Indio estaba en una de esas noches.
Los apodos, los personajes. Era estupendo ver tantas criaturas extraordinarias como El Pan con Ataque, un Playboy local y dueño de un pequeño negocio de pollos a la bayoneta o El Mojón con Cuello, notable falsificador de arte y su perro El Chaqueta ‘e Cuero, un quiltróneo de pelo negro y lustroso. Mujeres de toda procedencia como La Rica de las Tablas o Juanita la Lista que exprimían giles en las mesas de juego y una rubia falsa y llamativa que le decían Esta tonta es Lesa, porque todo se lo embolsicaba, fichas, propinas, botellas, lo que fuera. Esas eran mujeres que te agarraban y después de acabar contigo, escupían tu cuesco como si fuera de un durazno. Chupeteado y pelado. Había que tomarlas en serio, porque podías salir lastimado.

A Brutality todos la querían por linda y por buena, pero ninguno se le atrevía a acercarse sin su permiso. Había que hacer muchos méritos, pero todos contaban con su cariño, preocupación y cuidado. Jamás ponerle un dedo encima. Nadie se la jugaría tan mal. Sólo esperar que ella te señale y el resto del tiempo ser gentil y respetuoso. Sus ojos y su boca lo merecían.
Lo bueno era que por este camino todos habían salido con algo, aunque a nadie se le habría ocurrido pedir repetición o un extra de lo que le daban. A todos, a los cuatro los conocía como si los hubiera parido.
-Unos Tekilates no andarían mal, dijo Willy Distórshon.
El Tekilate era la bebida de los Peces Gordos, Tequila con oro disuelto. Por razones obvias con éste no había Happy Hour y por esas mismas razones nadie quiso uno.
-¡Qué quiere mi reina, qué quiere mi encanto....¡Willy imitó la nasalidad revolucionaria y militante de Silvio Rodríguez para preguntar a Brutality que quería beber y dirimir de una vez por todas la impasse etílica.

En sus propias mesas se podía ver a El Pájaro Pillo, El Teta de Cuero y La Camiona, artistas rechazados por el oficialismo, el que naturalmente tiene los suyos propios. Más allá, La Docena de Huevos, mujer que regentaba un sindicato de ancianas vendedoras de pasteles en la carretera, las que al aproximarse cualquier cosa en movimiento agitaban paños blancos; recurso que a distancia parece más temerario que vendedor. Si el auto amagaba con parar, corrían detrás como gallinas en tropel, disputándose la venta.
Se sabe de alguien que las hizo correr y después partió dejándolas en el espejo retrovisor con sus maldiciones. Ese fue El Sánguche de Vino. El muy desgraciado se rió una semana entera con eso.

En el Museo Indio trotaba un ambiente febril y el sonido salía del edificio invadiendo la noche. Las luces fosforecentes de la Botillería Pitisorri coloreaban la calle un poco más allá con amarillo, verde y rojo en palpitantes intermitencias.
Adentro de las batientes puertas, el local bullía de entusiasmo con todos esos magníficos personajes y sus épicos nombres. Los cinco apuraron sus tragos porque sabían que ya era hora.
Había que ponerse en marcha a buscar sus propios apodos, la entidad personal única a la que solo unos pocos tenían acceso. Y después, el honor de la mesa propia en El Museo Indio.
Nada decía de ésto la Tarjeta de Vida de cada uno que proporcionaba el Estado. Mentiras. Todos eran humatrónicos clonados del sistema.
Sólo podían cambiarse las cosas con una trayectoria de muchos años, con un solo acto de notoriedad o un espectacular defecto físico que permitiera ser catalogado aparte por las autoridades civiles, militares y eclesiásticas del ciudadano medio y promedio.

Partió el auto levantando una densa polvareda y los cinco entraban directamente en la zona minada de sus vidas.

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