sábado, 16 de octubre de 2010

Mi jardincilio












Mi jardín es apenas un jardincilio, pero es lo que el horizonte abarca en pequeñas flores coloridas, furtivas mariposas y también los silvestres pompones blancos que se deshacen al simple contacto de un soplido o una ligera brisa. Estas esferas blancas, sedosas, perfectas parecen antenas gigantes sobre las dimensiones de un chanchito de tierra; hay sillas de patio que duermen su invierno a lluvia gruesa, a sol y a sombra; hay milenarios cactus que beben el sol a gotas, un sillón desvencijado de madera que en su ocaso carga frondosos maceteros; las baldosas pulidas con esmero en una pequeña terraza, se dejan invadir impunemente por la vegetación que asalta sus orillas. En invierno, las gotas gruesas como lupas descansan sobre las largas hojas de pasto silvestre y semejan bolas de cristal perfectamente capacitadas para ver el futuro; aquellas gotas son las hormigas del invierno en sus cientos y miles de ejemplares que se descuelgan por doquier, balanceando una danza antes de su caida a la verdes profundidades. Es el invierno un duotono poblado de lágrimas. El resto del año mi jardincilio se puede ver en colores.